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Amaruka: Tierra de Serpientes, se atribuye el origen de esta palabra para bautizar a nuestra américa

La Llanga VS La Hualla

Cuento

Muchas voces encantadas cuentan de aquél animal traga niños, susurran su nombre muy bajo, y solo lo pronuncian en voz alta, para referirse al río traga hombres, que fue bautizado con nombre de animal: “La Llanga”.

Por: Franz Sánchez

Publicado: 2015-05-22

Camino del fundo “cinco balazos”, bajando por Shururo, hay sembríos de tallas y algunos maizales adormilados en el tiempo, que se mueven con muy poca frecuencia, solo cuando una tenue brisa que viene del valle acaricia sus hojas se percibe una tímida oscilación. 

Del “cinco balazos” se ve el valle llanguatino. Bajando un poco más, un viejo hombre de ocres muelas que cargaba con sus rudas manos, un poco de leña seca para llevar a casa, apreciaba el fulgor de un mítico río que nace de la unión del Zendamal y del Jadibamba. Y entre los ramales del denso matorral, veía descolgarse serpenteante un animal de ojos feroces y sonido escalofriante.

Arrojó su carga de leña y regresó corriendo al valle, tropezando en la oscuridad con sus propios miedos.

Muchas voces encantadas cuentan de aquél animal traga niños, susurran su nombre muy bajo, y solo lo pronuncian en voz alta, para referirse al río traga hombres, que fue bautizado con nombre de animal: “La Llanga”.

Cómo puede un río llamarse “la”. A no ser que el propio miedo invite al desfogue, nombrando a otro temor como sinónimos de respeto.

Aquél hombre viejo cuya dentadura cetrina escupía no solo partículas de coca, sino que también a sus demonios arropados en alforjas narrativas; le contaba a mi abuelo sobre el Mefistófeles vestido con piel de serpiente que merodeaba a oscuranas los caminos pedregosos del valle.

Y le decía que una vez la Llanga, se abrió paso entre la boscosidad del monte, y abrió su senda entre el desasosiego de lagartijas y aves que entonaban himnos de pánico en derredor.

Los hombres y mujeres del valle, saben cuándo la Llanga tiene hambre de niños, y saben también cuándo la otra Llanga tiene gazuza de hombres en sus caudales. El río y la serpiente claman cada cierto tiempo por saciar su apetencia.

Y aquél viejo hombre que le contó a mi abuelo, quien nos contó a nosotros al filo del fogón de mi abuela, relata que la Llanga de “puritito” hambre salía a escalar los riscos arenosos en busca de los maizales, pero que “lo que ocurría allí no han de haber visto ninguno de los gentiles”.

La Llanga aparecía en el maizal como mitológica soberana de esos dominios reclamando lo que no es suyo por las cúspides de las peñas, sin embargo le aguardaba otra magnificente criatura.

Mi abuelo enfatizó que solo aquél hombre casi desdentado, pudo clavarle los ojos de frente, porque no pudo ni intentar taracear algún puñal porque estuvo petrificado, y mirándola notó que de sus ojos que ardían como lava de volcán, reflejaba el odio mismo del mundo.

Entre las tuzas y mazorcas, agitada se desplegaba la Hualla, que en pactos anteriores había fijado por allí su residencia esperando que ya todo el valle más la entrada al río sirvan para saciar el hambre y la sed de la Llanga.

Aquel día cuando el sol se venía abajo sobre el mundo, la Hualla enfrentó a la Llanga, y la recibió en medio de los caminos de los viejos y viejas que deambulan infatigables esperando que algún ser de la creación les pueda hablar o decir algo, o que el cielo, el sol o la luna se comuniquen con su gente.

La Llanga apechugando su monarquía abofeteó con la cola a la Hualla, que magullada contra las piedras silbaba su dolor, pero que apenas pudo incorporarse se trenzó en el cuerpo de la Llanga para intentar estrangularla.

La contienda duró lo que pudo resistir la Hualla, porque hasta ese mismo sitio, retornó el viejo de muelas aceitunadas para aprovechar el cansancio de la Llanga y atestarle el machete.

En un momento de magia negra y con el propio río arrastrando las rocas hacia el lecho acuífero, retumbaba en los tímpanos del viejo, el bramido de trueno que anunciaba la transformación de la Llanga.

Aquella criatura endiablada, se comió a la Hualla y haciendo un chirrido espantoso que sonaba. “gra, gra, gra ” se hundió en el maizal, ignorando con presunción al hombre.

Dicen, solo sé que dicen, que una Llanga se puede comer a tres terribles Huallas. Yo nunca lo he visto, pero sé que mi abuelo presenció a través de los labios agrietados del desdentado y deslenguado viejo del legendario valle de Llanguat.


Escrito por

Franz Sánchez

Activista 2.O, ComunityManager, Voice Over, Marketero en curso intensivo y Comunicador Sin O.


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Calumnias de Opinión, punzantes, hirientes y muy dulces.